Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

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lunes, 21 de enero de 2013

No hay mal que cien años dure.

Sé que siempre termino hablando de mí misma, o casi siempre. Egocéntrica, diréis. Quizás un poquito, en lo más profundo de mi ser. Pero es que todo el mundo sabe que contar la vida de uno mismo tiene mucho tirón. Y si son desgracias, fracasos o cualquier otro tipo de trapo sucio, mejor. ¿Por qué? Pues no sé, quizás es que traemos algún defecto de fábrica, quién sabe... El caso es que anoche me dieron plantón. A mis años. Es como volver a la adolescencia, qué horror. Y me he dicho que por qué no hablar de ello, que así le quito hierro al asunto y se me pasa la mala hostia a la vez. Dos por uno, que hay que ahorrar...
Bueno, plantón, plantón, no fue. Pero casi. Resulta que un amigo venía a Madrid por trabajo, sólo un par de días, y me preguntó que cuándo nos veíamos. Yo me alegré muchísimo al saber que estaba por aquí. Hacía meses que no lo veía y me apetecía un montón. Huy, esto huele a romance, ¿no? Una también tiene su vida sentimental, que no todo va a ser trabajar y hacer footing.

Pues nada, le dije que cuándo le venía mejor y me contestó que cuando yo quisiera. Hala, a gusto del consumidor. Así que hablamos de quedar anoche. Le propuse una hora, y me contestó que tenía una cena y que cuando se terminara estaba libre. Vale, pues yo, como persona tolerante, flexible y muy maja en general, le dije que quedábamos cuando terminara la cena, a la hora que él me había dicho, y que podíamos vernos cerca del restaurante. ¿Dónde está el restaurante?, le pregunté. Y debió de ser una pregunta súper complicada, porque no contestó. Missing. Esperé, y esperé, y esperé, que la paciencia es la madre de la ciencia, y una virtud, dicen. Pero claro, una es una persona sociable, y también tengo amigos que me reclaman. Así que necesitaba saber si al final iba a haber cita o no. Total, que después de una espera más que considerable, le llamé...

Estaba en el trabajo y no lo cogió. Inocente de mí, supuse que cuando terminara de trabajar y viera la llamada, llamaría. Pero está visto que lo que para unos es lo más lógico, otros ni se lo plantean. Así que no hubo llamada. Ni cita, claro. Yo me fui con unos amigos, y mi gozo en un pozo. No ha vuelto a dar señales de vida. Casi seguro que ya habrá cogido el avión y estará de vuelta en casita, poniendo una lavadora o echándose la siesta.

Hace mucho que me di cuenta de que hay cosas que no tienen explicación, y no sólo lo de a qué huelen las nubes, o si fue primero el huevo o la gallina. A veces no nos entendemos ni a nosotros mismos, así que cómo nos van a entender los demás. El ser humano no siempre sigue una lógica. Pero como soy de ciencias (por algún motivo que todavía no he descubierto), me sigo empeñando en analizarlo todo. Mal hecho. Muy mal.

Anoche estaba triste, pero no debería estarlo. Debería estar enfadada. Porque si una persona le propone a otra quedar, es porque quiere quedar, ¿o no? Porque si a uno le hacen una pregunta, y encima es fácil de responder, responde, ¿o no? Porque si a uno le llama esa persona a la que le propuso quedar, devuelve la llamada, ¿o no? Por todas esas cosas debería estar enfadada. Pero estaba triste. Lo que más me hubiera gustado hubiera sido reencontrarme con ese amigo, verle de nuevo y disfrutar de su compañía. Pero la lógica no existe, no la busquéis. Teoría del caos.

Así que, como me propuse ser más optimista y cambiar el chip, me he dicho a mí misma que no hay mal que cien años dure. Aunque no sé si quizás sería más oportuno decir no hay mal que por bien no venga. Que tal vez no era el momento de ver a esa persona. Que a lo mejor me hubiera llevado una desilusión, se me hubiera caído un mito, se dice así, ¿no? A veces no se logra lo que uno anhela. Cuidado con lo que deseas, puede hacerse realidad, dicen. No sé.

El caso es que no sé nada de él desde ayer, nada de nada, y quizás tenga que ser así. No creo en el destino, ya lo he dicho en alguna ocasión, pero sí creo que vamos quedando unidos a ciertas personas por unos hilos invisibles que no se rompen nunca. Lo dicen los chinos. Este amigo fue importante en un determinado momento de mi vida, apareció cuando necesitaba que alguien me animara. Y lo hizo. Me abrió los ojos. Y por ello siempre será especial para mí. Quería decírselo en persona, pero no me ha dejado, qué rabia. Mira que me molesta quedarme con cosas en el tintero. Pero existe un hilo muy fuerte entre nosotros, aunque él no lo sepa. Y quiero intentar recordarle con cariño. Es una de las cosas que más me preocupan en la vida: el hecho de que un mal final borre un maravilloso camino. Por eso me duelen tanto las decepciones, porque me da un miedo atroz el que me hagan olvidar lo feliz que me hizo tal o cual persona. Creo que es un rasgo muy distintivo de mi carácter, algún día se lo consultaré a alguien.

Mientras ese día llega, seguiré intentando quedarme con lo bueno. De lo malo se aprende, pero me niego a que sea lo que permanezca en mi memoria. Así que, si mi amigo da señales de vida, le diré que gracias por haber aparecido en aquel momento tan oportuno. Por los buenos recuerdos.










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