Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

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lunes, 13 de abril de 2015

Las miserias de un tal Gray

En estos días, ya que he tenido más tiempo de hacer algo que no fuera poner exámenes (Zzzz) y corregir exámenes (Zzzzzzzzzzz...), me he puesto a leer. Leer me gusta mucho, desde chiquitina. Y como las críticas eran muy favorables ("novelón", "un clásico", "uno de mis libros favoritos"...), me decidí por El retrato de Dorian Gray. Sin ver la peli ni nada, a lo loco...
La historia es muy conocida: un joven y guapísimo noble inglés se convierte en la fuente de inspiración de un pintor en horas bajas, y éste le hace un retrato espectacular, un pasote. El mejor amigo del pintor, un tío con mucha pasta y alta alcurnia, pero sin oficio ni beneficio, conoce al modelo del cuadro y le abre los ojos sobre la importancia (y fugacidad) de la belleza física, con lo que el adonis hace una especie de pacto con el cuadro, se entrega a todo el libertinaje del Londres de la época, y mientras él se mantiene fresco como una lechuga, las huellas del tiempo, el vicio y las maldades recaen en el retrato. Fin.

Decir que Dorian Gray me ha caído mal es quedarse corto. Pasaba las páginas buscando dónde puñetas el tío éste iba a recibir su castigo divino. Es un capullo, simplificando. Todo aquél que entraba en su círculo de amigos, salía enganchado a la mala vida, repudiado por todos y con ganas de ponerle fin a tanto sufrimiento. Y qué decir del otro personaje, lord Henry, el amigo del pintor. El verdadero motor de la historia, a mi parecer. Y la fuente de las muchas (muchísimas) ideas filosóficas de la novela. Dudo que los que dicen eso de "una de mis novelas favoritas", le hayan sacado todo el jugo a los monólogos de lord Henry. O igual son mentes privilegiadas. Chapó por ellos. Yo sólo he llegado a entender que se trata de un hedonista, un tipo cuya finalidad en esta vida es buscar el placer de los sentidos, en cualquiera de sus vertientes. Y eso estaría guay, si no fuera porque para alcanzar el placer le da igual el camino que haya que seguir, o a quién haya que manipular. Otro que tampoco es santo de mi devoción.

Y luego está la historia en sí. A ver, los que estamos acostumbrados a efectos especiales de Hollywood, con explosiones, marcianos y detalles escabrosos de todo tipo, leemos estas novelas y nos falta algo. Yo tenía entendido que Dorian Gray hacía un pacto con el diablo. En algún lugar lo he oído. Y que se entregaba después a mucho vicio y desenfreno, que a mí eso me suena a sexo, drogas y rock & roll. Pues de lo del demonio, nada. No hay hombrecillos vestidos de rojo, ni tridentes, ni cabras, ni 666. Lo de las drogas sí que se menciona un poco por encima. Pero detalles de todos los demás vicios... Ni uno. Cero. No, es que es mejor dejar volar la imaginación, intuir cosas. Te las imaginas. Y una mierda. Eso sí, el señor Oscar Wilde nos relata con minuciosidad cómo Dorian Gray se vuelve un adicto a las compras. Le da por gastarse la pasta en jarrones, cuadros, tapices, botijos y pedruscos varios. Y nos cuenta la ficha técnica de todos ellos. Qué juerga y qué vicio. Un desfase. Zzzzzz.

Si tengo que elegir algo que me haya gustado, me quedo con una crítica de fondo en la historia: inconscientemente, asociamos belleza con bondad. Varios personajes le dicen al señor Gray que cómo va a ser mala gente si es tan guapo. Un aplauso para ese razonamiento tan lógico. ¿De verdad somos los seres humanos así de estúpidos? Ejem. Sin duda prefiero la filosofía de una amiga: como hay tanto capullo suelto, mejor cógete a uno guapo, que será un capullo también, pero eso que te llevas.

Como la vida misma.



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