Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

domingo, 27 de julio de 2014

El malo de la película

Qué difícil es ser el malo. Dicen que el protagonista de La naranja mecánica fue tan tan convincente, que le costó mucho tiempo separarse de su personaje. La gente le había cogido asquito, debe ser. Para ser sinceros, esta película la tengo en mi lista negra. Es de culto, me decían. Tiene mucho trasfondo. Será que ver a un grupo de tíos pegando y violando no me deja admirar el trasfondo. El caso es que este señor de blanco inmaculado y rímel en un solo ojo no es el único malo que sufrió las consecuencias de meterse tan bien en su papel...
Resulta que hay otro en Juego de tronos, el adolescente con corona y perversiones mil. Lo hace muy bien, el chaval. Le sale la perversión a raudales. Dice que está cansado de su papel, que la gente lo mira mal por la calle. Pobre, quién le mandará ser el tío más malo de la serie...

Ser malo es muy duro. Todo el mundo quiere a los buenos. Es facilísimo querer a los buenos, con su altruismo, su generosidad, sus habilidades deslumbrantes que igual sirven para salvar a la humanidad que para derretir corazones. Encima los eligen guapos, por si fuera poco con su bondad angelical. ¿Quién puede competir con eso? El malo está destinado a perder, desde el principio. Sale con desventaja.

Yo creo que habría que ponerse un poquitín en su lugar. Y no lo digo por ese afán que tenemos las mujeres de enamorarnos de los malos, que dicho sea de paso, es como una necesidad de pasarlo al bando bueno con nuestro sudor, como si fuéramos una ONG, qué manía con acudir en rescate. Lo digo porque hace unos días me tocó estar en el bando de los malos.

Nunca he sido muy afortunada en el juego (y de amores, mejor corramos un velo muy tupido...), pero este verano el azar ha querido que fuera seleccionada como tribunal de oposición. Suena a juicio, pero no. Un tribunal de oposición (de opo, como decimos los modernos) son profes examinando a futuros profes. Bueno, más bien profes corrigiendo exámenes a futuros profes. Vamos, que el examen nos viene dado de arriba, de los que mandan. Nosotros nos llevamos el marrón de poner la nota.

Por una parte te sientes guay, importante, poderoso. Se supone que sabes mucho, y que tienes buen juicio y logras distinguir quién es o será un profe competente, profesional, inspirador. Pero en el fondo, resulta que eres uno más, con sus virtudes y sus defectos, uno del montón, y quién eres tú para decidir sobre el futuro de nadie.

Cuando estás dentro de la maquinaria, te das cuenta de que eres un verdugo, con un hacha en forma de bolígrafo rojo, la sangre del siglo XXI. Y sabes que te han encasquetado la misión de cortar cabezas poniendo suspensos, así de simple. Lo mismo que haces en clase, pero ahora la gente se juega el trabajo, no la paga o salir de marcha el finde.

Ser tribunal no es fácil. Ves a la gente sufrir. Ves nervios, ansiedad, falta de sueño. Te tratan con reverencia, y eso sólo hace que te sientas más malo. Así que maldices en silencio a la Administración, por elegirte cuando deberías estar en la playa, tomándote unas cañas en el chiringuito, bailando una conga con un collar de hawaiana, como en Vacaciones en el mar.

Por eso digo lo de ponerse en el lugar del malo. A veces el malo no quiere serlo. A veces está obligado, por unas leyes y órdenes ministeriales, y patatín patatán. A veces sufre haciendo lo que hace, y preferiría estar en otro lugar. A veces se ve a sí mismo al otro lado, unos años atrás, y se acuerda de sus propios nervios, y de su ansiedad, de lo poco que durmió. Y se pregunta si tanto ha aprendido en este tiempo, si tan bueno es (qué paradoja) en su trabajo, para ser ahora el malo.

Da igual, porque luego viene el karma. Increíble pero cierto, el último día de tribunal, me jodí un dedo del pie, con perdón. Una baldosa suelta, un golpe, una uña partida, sangre, mucho dolor y casi me pongo a llorar. ¿Por qué yo, por qué? Echándole drama, que mola más. El dedo estaba bien, menos mal, pero la pobre uña salió peor parada, y ahora tengo una uña incompleta que me recuerda lo duro que es ser el malo de la película.

Pobre Darth Vader...





No hay comentarios:

Publicar un comentario