Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

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sábado, 19 de enero de 2013

Dale mamasita con tu tacatá, y otras absurdeces para echarse unas risas.

Se abre el telón y aparece un tío rondando la cincuentena (digo yo), mal conservado y con pintas de mafioso en Benidorm. Unas mulatas bailan a su alrededor, enfundadas en ropa ceñida a más no poder, que no debe de ser sano eso de bailar sin respirar. El tanga bien a la vista, el de ellas, quiero decir, que la ropa interior del caballero no asoma por ningún lado. Menean el trasero de acá para allá mientras el playboy de la Costa Blanca las mira y alucina. No, no es una noche de marcha en ninguna discoteca playera. Es un vídeo con el que me parto el culo (con perdón)...
 ¿Sabéis cuál es, no? El tío pretende ser moderno y vacilón, por eso va y suelta que es el rey de las nenas. Lo prometo, en algún momento lo dice. Y se queda pasmado mirándoles el culo a las mulatas, el pompi, como dice mi abuela. Entonces suena su frase genial, ésa con la que ya ha llegado al estrellato y, de paso, al corazón de tantos y tantos bailones: Dale mamasita con tu tacatá, dale mamasita, tacatá... Una rima insuperable. Y qué métrica. Los pelos como escarpias, se me ponen.

El caso es que es pegadiza, la jodía. Y en la discoteca triunfa. No sé si gustará más por el ritmo, la melodía playera, o el recuerdo del vídeo de los tangas. Pero qué queréis que os diga, la letra no me llega. A mí que me llamen mamasita porque sí, en frío, sin tener churumbeles ni ná, pues como que no. Manías que tiene una. A mí con eso no se me conquista... Pero vamos, que no es la única canción con la que me parto, no os vayáis a creer. Yo es que soy una persona muy risueña y le veo la gracia a muchas cosas, será mi espíritu juvenil. Por ejemplo, otra con la que meo de la risa. Un Dj nuevo en escena. Bueno, nuevo en la cabina, porque en la tele lleva saliendo desde que llevaba pañales. Ambiente poligonero y mucha choni. Suena una voz masculina que quizá pretende ser sensual, pero nada más lejos de la realidad. Y entonces conquista a las damas con la frase vamos a la playa que hace calor a bañarnos en cueros. Puf, madre mía, no sé cómo no caen todas en sus brazos con semejante proposición. Y por si no habían quedado bien claritas las intenciones del gigoló, lo remata diciendo el top, ay que se quite el top, ay que se quite el top... Que yo siempre entiendo que se quite tó, definitivamente me estoy quedando sorda, pero total, la intención poética de la letra sería más o menos la misma. A los mandos de la mesa de mezclas, el pinchadiscos-tertuliano-monologuista-jurado-hijo de tonadillera más famoso de España y parte del extranjero. El mismo. Bueno, bueno, bueno, tú plantas esta canción en la discoteca y triunfas. La gente se vuelve loca. Como si sonara Paquito el Chocolatero en las fiestas de mi pueblo. Lo he visto con mis propios ojitos, sí señores...

Pero, vamos, que me lo paso pipa bailando estas cosas, no creáis que escucho a Mozart cuando salgo de marcha. Entro en la disco y me vengo arriba. Creo que estas canciones son necesarias en la vida. Vale que las letras son tontas a más no poder, incluso machistas, pero si pasamos de la poesía y nos centramos en el ritmo, desestresan.  Y son lo mejor para hacer el payaso un rato, que no veáis si lo necesito de vez en cuando. El otro día salí de marcha, y me di cuenta de que hay cantidad de gente que ni se mueve cuando suena la música. ¡¡Para mí eso es algo inconcebible!! Recuerdo que la música ha estado siempre siempre presente en mi casa, desde que nací. Mi madre escuchaba la radio a todas horas, y se pasaba los ratos cantándonos canciones, desde Los payasos de la tele, hasta Juan Luis Guerra, Juan Pardo... Y cuando nos íbamos de vacaciones por carretera, la familia entera metida en un coche siete horas, nunca faltaba la banda sonora: unas cintas de cassette usadas y requeteusadas que nos hacían compañía todo el camino. Que te acababas cansando del dichoso Juan Pardo, vale, pero que si no te lo llevabas, el viaje no era lo mismo. Y entonces el otro día vi que la gente ni se movía. Ni tarareaba. ¡¡¿Sois maniquís o qué?!!, les tenía que haber gritado. Muchas de las chicas estaban quietas en la barra, luciéndose, casi ni movían la cabeza para no despeinarse. Y yo haciendo el bobo por allí, danzando de un lado para otro, que me faltó empezar una conga. A lo mejor se me hubieran unido los sosos de alrededor, quién sabe...

Total, que cuando oigáis canciones absurdas, que las hay a montones, no os fijéis en la letra. No perdáis el tiempo indignándoos, para qué.  Hay cosas que es mejor no analizar. Salid a la pista. Haced el ganso. Despeinaos la melena y montad una conga. Se siente uno mucho mejor cuando se deja llevar por el ritmo y se olvida del resto del mundo. Aunque le llamen a una mamasita y le pidan que se quite el top...







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