Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

lunes, 3 de septiembre de 2012

Terapias de choque

De culo y contra el viento. O de culo y cuesta abajo, como prefiráis. Así es como siento a veces que va el mundo. Es mi deber advertir de que la parrafada que voy a soltar a continuación, probablemente sea fruto de una pequeña crisis existencial mía, nada serio (espero). Dicho esto, prosigo, que había nombrado dos veces la palabra "culo" y me tengo que explicar.

No me negaréis que existen cientos (o tal vez miles) de razones para pensar que el mundo actual da bastante asco: tragedias, crímenes, corrupción, engaños, muertes... No hace falta ser un lince para darse cuenta; con que pongamos las noticias y les echemos un vistazo de vez en cuando, basta. Así que varias veces me he sorprendido a mí misma pensando que la profesión del futuro será la de psicólogo (o psiquiatra, al gusto de cada uno). Ya hay que ser fuerte mentalmente para que todo lo que vemos alrededor (o sufrimos en nuestras carnes), no nos provoque un cortocircuito y nos pongamos a bailar Los pajaritos con un sombrero de papel en la cabeza y una camisa de fuerza (y ¡ojo!, cosas más raras se han visto...) Así que, si por casualidad os preguntabais cómo será la sociedad del futuro, yo vaticino que estará plagada de psicólogos tratando de ayudar a los pobres que se hayan vuelto majaras perdíos, yo la primera. 

Pues vaya optimismo que gastas últimamente, diréis. Qué va, éstas son sólo suposiciones mías, que yo nunca me rindo sin luchar, como buena fan de las artes marciales que soy (uf, tengo que hablar de esto otro día, recordádmelo). Por eso, he estado recapitulando y he recordado alguna que otra terapia de choque casera contra las dolencias mentales de la sociedad moderna (toma ya), sobre todo ésa que llaman depresión, que ataca a traición la jodía y que es peor que un dolor de muelas. Todos estos remedios de andar por casa están probados en humanos, ya sea por mí o por algún amigo/a (muy humanos todos nosotros), así que puedo garantizar que si la ida de pinza está comenzando, como ayuda inicial, algo aportan. Bueno, pues ahí van.

La primera terapia es muy cachonda (graciosa, quiero decir, que luego me dicen que hablo mal...) Resulta que leí hace poco una frase que me hizo mucha gracia: "Antes de diagnosticarte a ti mismo depresión o baja autoestima, asegúrate de no estar, de hecho, simplemente rodeado de gilipollas" No es mi intención ofender ni insultar a nadie, que conste en acta. Pero es verdad que a veces nos preocupamos demasiado por nuestro alrededor, por el qué dirán (o el qué harán) los demás, por lo que éste o ésta me ha hecho... Como si los demás tuvieran siempre la razón, o estuvieran en su derecho de juzgar. Me parece mucho más sano pasar de vez en cuando de todos estos rollos. Que sí, que puede que haya gente cuya opinión deberíamos tener en cuenta, pero ¿siempre? Puff, qué va, todos decimos (o hacemos) gilipolleces de vez en cuando, así que será mejor que esas cosas nos entren por una oreja y nos salgan por la otra. Digo yo.

Segunda terapia contra la depre. Ésta no se puede usar en cualquier situación, porque no siempre la tenemos a mano. Me explico. Soy una fan de las montañas rusas, creo que no lo había dicho todavía. Me parece que me viene por parte de padre, porque tendríais que verle cuando se sube en una. Rejuvenece diez años, es como un niño (también le he visto lanzarse por el tobogán más empinado del parque acuático, mientras mi hermano y yo poníamos cara de yo por ahí no me tiro ni de coña...Mi padre es un valiente, sí señor) Lo que iba diciendo. Cuando te subes en una montaña rusa, se te olvida todo. Es una sensación de libertad maravillosa (a no ser que te estés cagando de miedo, claro) Y cuando bajas de ella, sientes que has dejado por el camino toda la tensión y los malos rollos acumulados. A mí a veces incluso me tiemblan las piernas. Adrenalina a tope. Y vaya si funciona. Trata de recordar por qué estabas de bajón después de montar en una montaña rusa. A mí, el único pensamiento que me viene a la mente es " Maaaaaaaadre de Dios". Las deberían recomendar todos los médicos.

Y tercera y última (aunque hay muuuuuuchas más) Ésta es genial. Yo creo que debería ser obligatoria en la vida, porque sin ella no sé qué sería de nosotros. Con lo sencilla que es, y sin embargo hasta hace bien poquito se me había olvidado su importancia, vaya cabeza la mía. Se trata de los amigos/as brutos. Esos que te dicen: "O te espabilas tú, o te espabilo yo, que estás idiota perdida" Recuerdo una vez que me dijeron que, si hacía falta, me tiraban de los pelos y me pegaban un puñetazo. Metafóricamente hablando, espero. Supongo que ahí es cuando te das cuenta de que te quieren de verdad. Porque qué mejor manera de animarte que echarte una mano (aunque sea con poca delicadeza) Es que los que somos de barrio no nos andamos con rodeos, ya véis.

Sé que habrá un millón de formas más de animarse, seguro. Tantas como personas hay en el mundo, porque cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre, y nos afectan las cosas de modos muy distintos. Así que no espero que estas tres perlas que os he contado sean la panacea. Pero, si os sirve de consuelo, cuando pongo las noticias y el mundo empieza a dar un poquito de asco, me acuerdo de las montañas rusas y sonrío. Así de fácil.







No hay comentarios:

Publicar un comentario