Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

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jueves, 20 de septiembre de 2012

Y se hizo la luz

Hace unos cuantos años ya, cuando era más joven (si cabe), me dio por las frases célebres y los proverbios. Ya está aquí la pirada, diréis. Pues sí, pero ya no tengo remedio. Tanta tabarra di en casa, que mis padres me compraron un libro llenito de frases de ésas, probablemente con la esperanza de que se me pasara la tontuna, pobrecillos. Y tenían razón. El libro acabó guardado en el armario (uno más de tantos), y a mí seguro que me dio por alguna otra cosa, pero vete a saber qué, porque ya os digo que de esto hace un tiempecito largo.

Bueno, pues al cabo de los años, cuando empecé a trabajar, me pareció buena idea ponerles a mis chavales en clase una cartulina en la que escribí: "Como dijo..." Y clavarles allí algunas palabritas inspiradas de grandes genios de la humanidad, con el nombre de su autor, siglo y profesión, que no quiero robarle a nadie el copyrigth, faltaría más. Y como soy una persona de costumbres, lo tomé como seña de identidad y decidí poner el dichoso cartel todos los años, estuviese en el centro que estuviese, resistiendo contra viento y marea.  Gracias a eso he aprendido que educar a los niños lleva a no tener que castigar a los hombres (Pitágoras), que el ignorante afirma, pero el sabio duda y reflexiona (Aristóteles), y, ésta es una de mis favoritas, es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y confirmarlo (Groucho Marx) Que digo yo que si a mí se me han quedado en la memoria dos o tres, a mis alumnos también, ¿no? Aaaaay, qué ilusa soy... 

¿A qué venía esto? Ah, ya. Pues he leído que a un tal Einstein (sí, el de la foto con las greñas sin peinar y la lengua fuera, ése, ése), se le atribuye haber dicho: Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados.  Y antes de nada hay que puntualizar que, como es una cita atribuída, y no verificada, lo mismo la dijo su tía, Pepito el de los palotes o mi primo el de Albacete, vaya usted a saber.  El caso es que la frase lleva más razón que un santo. Decenas y decenas de veces, o tal vez centenas, me he preguntado yo por qué ciertas cosas me salían siempre mal. Con cara de pena, incluso. Como sintiéndome una víctima del universo, el centro de una conspiración contra mi persona. "¿Es que nunca me va a salir esto así o asá?" "¿Es que nunca voy a ser feliz?" (Yo y mis dramas, me encanta sobreactuar...) Pero yo, erre que erre. Quería conocer gente nueva, pero seguía yendo a los mismos sitios. Quería ser más simpática, pero decía hola y adiós, y poco más. En mi estupidez más profunda, deseaba un cambio, pero no hacía absolutamente nada por cambiar. Que me lo dieran todo hecho, ahí, con dos cojones (con perdón). Hasta que me saturé. Una pequeña crisis existencial de ésas, o como se llame. Estaba harta de lo mismo, de la misma gente, de los mismos sitios, de verme rodeada de personas pero sentirme fuera de lugar. Y cambié de entorno. Necesitaba aires nuevos, hacer las cosas de otra manera.

Total, que hace poco, gracias a este pequeño cambio, tan insignificante como decir: "¿Por qué no vamos a bailar hoy a tal sitio en lugar de a este otro?", algo se transformó. Se me cayó una venda de los ojos. Se hizo la luz. Resulta que hay vida más allá de la rutina que nos creamos. Resulta que si no estás a gusto con lo que te rodea, puedes cambiar el entorno. Que hay gente con la que conectas sin saber por qué, que habla contigo dos horas y te deja más huella que muchos de los que te empeñabas en rodearte. Que hay que salir al mundo para encontrar lo que buscas. Eso me dijo una persona de estas nuevas hace poco. Hay que abrirse al mundo, me dijo. O quédate en tu casa, te escondes debajo del edredón, y lloras.

Esas frases se me han quedado grabadas. Y se lo debo a ese hombre alto, guapo y simpático como nadie (¿por qué no decirlo?, jeje), que cogía un avión al día siguiente, y que me hizo reflexionar sobre lo curiosa que es la vida. Hoy lloras, y mañana conoces a alguien que te quita la venda de los ojos en un ratín, y a quien no sabes si volverás a ver. Que viva el fútbol y la madre que lo parió (él sabe por qué, jeje)



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