Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

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domingo, 24 de mayo de 2015

Desde las gradas

Llevo un tiempo en busca de nuevas actividades que le den un poquito de vidilla a la rutina diaria. Será que me hago mayor, porque eso de salir hasta las tantas y volver a casa dudando sobre la evolución de la especie humana hay veces que no me llena. Hace poco me alquilé una bici y salí a circular por Madrid, que mira que es bonito. También estoy pendiente de una visita al Museo del Prado, porque muy cultural no soy, pero alguna inquietud sí que me sale de vez en cuando. Y el otro día fui a mi primer partido de baloncesto, quién me ha visto y quién me ve...
Un alumno jugaba la Final Four y me pareció buena idea ir a animar. Que luego mola que a una la recuerden como la profe que me animaba desde las gradas, y no como aquella hija de perra que me preguntó lo de los logaritmos. Igual igual no es. Así que me fui a verle y me camuflé con el ambiente, que en el mundillo del deporte significa repetir cánticos, aplaudir, hacer la ola y lo que toque. Donde fueres haz lo que vieres.

Y qué subidón de experiencia. Primero, porque el baloncesto es muy emocionante, cosa que no he apreciado desde casa en la vida. Y agotador. Y estresante. Y la gente mola, por qué no decirlo. Los baloncesteros dicen que es menos violento que el fútbol. Bueno, eso si no te tomas el partido como si estuvieras viendo el All Stars, que había un par de padres del otro equipo que parecían sufrir hemorroides intensas. Menos cara de vinagre, leche, ¿no dicen que lo importante es participar o alguna mierda parecida? ¡Pues disimula, hombre!

Resulta que me lo pasé bien. Y encima comprobé (una vez más y ya no sé cuántas van) lo minúsculo que es el mundo. Cuál no fue mi sorpresa al descubrir que un antiguo alumno, de cuando yo era más joven (lógico) y tenía las carnes más prietas (si cabe), jugaba en el mismo equipo que mi actual alumno. Ostras, y su madre al lado. Y yo haciendo la ola. Bueno, hacer la ola juntos une mucho, no hay de qué avergonzarse. Dicen.

Al día siguiente me dijo mi alumno que el otro me quería dar un abrazo si algún día volvía a verles jugar. Que vaya profe guay que era. Que les llevaba sudokus. ¿No es para comérselos? A veces son un amor. Otras parecen salidos del vientre de Satanás, pero son pocas.

Gran experiencia la del baloncesto. Igual para la próxima ya me sé las normas y todo, que yo aprendo rápido.





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