Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

lunes, 31 de agosto de 2015

Lecciones playeras o cosas que aprendes cuando tienes tiempo libre

Escribo esto desde las sombras de la conocida
depresión post-vacacional. Aún me quedan unos días de vacaciones (cuando publique esto seguramente ya no, soy así de lenta), que ya dije que dos meses de 31 días son enteritos para mi disfrute personal, toma ya, pero la playa y yo ya nos hemos despedido por este año. Nuestro tiempo juntas dura apenas 7 días de 365, pero ella sabe que la quiero mucho y que la echo un montón de menos. Qué cruel es la distancia...
Y qué rápido pasa el tiempo cuando mola lo que haces, que de eso también hemos hablado otras veces. Mi semana de desconexión anual consiste básicamente en comer, dormir y estar a remojo. Me dejo el MP3 en casa, le quito Internet al móvil y paso de todo. Si alguien quiere algo, que me llame. Ya me encargaré yo de no cogerlo. No es nada personal, que conste.

La diferencia de este año es que me ha dado por hacer balance de cosas que he visto y oído, no me preguntéis por qué. Igual me he vuelto una obsesa de apuntarlo todo, como esos que entran en Twitter para hablar de a qué hora visitan el váter y de la calidad de sus deposiciones. 

Aquí os dejo algunas de mis reflexiones vacacionales, ninguna demasiado profunda:

  1. Hay gente que come fatal. Me refiero a cosas superbásicas como masticar con la boca cerrada y eso. O no tirar la comida porque sí. He estado unos días en bufet libre y he visto dejar platos con la comida intacta, un auténtico crimen si te paras a pensarlo. Y niños que no se están quietos en la mesa, que se levantan a cada bocado, que comen patatas fritas y pasta a todas horas, o que necesitan mirar el móvil para tragar. También he visto coger tacos de veinte servilletas a gente que viene en grupos de cuatro, o dejar la mesa hecha un asco y marcharte sin más. Porque lo he pagado, dicen algunos. Señor mío, son trabajadores, no esclavos.  
  2. Cualquier cosa que ponga Nike mola. Y si no que se lo digan a los que compran zapatillas o camisetas a los manteros que se ganan la vida en los paseos marítimos. Sabemos que son falsificaciones y las seguimos comprando, vaya usted a saber por qué. - Oiga, que no es Nike auténtico, lo sabe, ¿verdad? - Ya, pero pone Nike, ¿no? Pues apañao. 
  3. He sufrido en carnes propias lo que es calor + humedad. Y la conclusión es que 25 grados pueden parecer 40. Un ascazo, digan lo que digan. 
  4. El mar cambia. Mi playa de siempre estaba distinta, la tierra se había desplazado y era curioso ver cómo cubría menos cuanto más alejado estuvieras. Nunca dejaré de sorprenderme. Y el mar te cambia, también. Un chapuzón te conecta con la naturaleza y te renueva, o quizás sólo es cosa mía. 
  5. "Sálvame" es interminable. ¿¿¿Pero cuánto dura ese programa, por Dios??? Y no es que yo lo vea, es que el 90% de las veces que haces zapping ahí le tienes. Vivir a costa de los famosetes de pacotilla da para muuuuuchas horas de pantalla, debe ser...
  6. Odiamos madrugar, pero nos levantamos a las 7 para que no nos quiten la primera línea de playa. Y qué más dará estar tres metros por detrás, digo yo...
  7. Los bebés nos encantan. Da igual el color de su piel, su nacionalidad, sus rabietas o lo mucho que se caguen encima. Y a los bebés les encanta estar en brazos. Al cochecito que le den por saco.
  8. Me he dado cuenta de que tengo un poco de celulitis en el pandero. No me había fijado hasta que se puso de moda que los probadores y los cuartos de baño de diseño tuvieran los espejos estratégicamente colocados para que te puedas ver la cara y el culo a la vez. ¿Era necesario este invento? Al gilipollas que pensó que esta crueldad sería guay le partiría la cara. Y que se la mirara en el espejo después. 
  9. Se puede sobrevivir sin Internet. Es más, se puede vivir sin Internet. Yo cuando no tengo Internet hago cosas más productivas. Leo más. Hago crucigramas. Disfruto del paisaje. Hablo más con quienes tengo al lado. Pensándolo fríamente, ¿para qué coño queremos Facebook, por ejemplo? Lo confieso, casi siempre lo uso para cotillear, así que no me extraña que venga de mis vacaciones sin echarlo realmente de menos. Aunque luego vuelva a las andadas...
  10. El mundo es una gran desigualdad. Mientras unos tiramos comida porque ya no nos apetece más, o paseamos por calles donde una mochila de marca cuesta 1000 € (juro que lo he visto con estos ojos, famosa calle de Madrid conocida como la milla de oro), otros se ganan la vida en la calle vendiendo mercancía falsa de mafias sin escrúpulos, malviven en pisos-patera, o cruzan fronteras en camiones sin ventilación, huyendo de guerras, masacres o el hambre. Y muchas de las personas más pobres del planeta tienen una sonrisa casi perpetua en la cara, como si en lo más profundo de su ser estuviesen agradecidos por cada amanecer. 
En fin, ésas son mis escasas reflexiones de este verano. Espero que me duren más que el bronceado, que ya no estará ahí cuando vuelva al trabajo. Qué dura es la vuelta... ¡Ánimo y feliz septiembre!


No hay comentarios:

Publicar un comentario