Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

martes, 7 de mayo de 2013

Dos llaves, una cerradura y cómo equivocarme, y equivocarme, y equivocarme...

Tengo (sólo) dos llaves en el trabajo. Podrían ser más, pero como voy en metro a todas partes, no necesito llave del parking, así de fácil. Ni de mi taquilla, porque a ver quién es el guapo que le encuentra la utilidad a robar hojas y más hojas de ejercicios de fracciones, con lo rollo que es eso del mínimo común múltiplo... Pues llego a una de las dos puertas cerradas, cojo una de las dos llaves, la meto en la cerradura... y no es ésa. ¿Será posible que me pase esto una y otra vez? ¿O incluso varias veces seguidas, en el mismo día? ¿Es que acaso el universo, o el azar, o la divina providencia, tienen alguna especie de plan en mi contra...? Lo sé, qué bien se me dan los dramas, ¿eh?...
A veces lo pienso y me convenzo a mí misma de lo inverosímil que es que me ocurra tanto. Me digo que no, que si guardo las llaves y vuelvo a sacar una de ellas al azar, así ochenta veces seguidas, cada vez que falle será un pasito que me acerque al acierto... Pero no, porque si estoy escribiendo esto, será que la sucesión de fallos es muuuuuuuuuy larga. Entonces alzo un puño hacia el cielo, como en Lo que el viento se llevó, y maldigo a la puñetera suerte, que se empeña en tomarme el pelo todos los dichosos días.

Le he estado dando vueltas a esto (fijaos si me aburro a veces), y sólo se me ocurren dos explicaciones. La primera es científica, y profesional, y muy matemática. Contraria a toda lógica, pero muy matemática. Resulta que hay cosas que no tienen nada que ver las unas con las otras. Como las churras y las merinas. (O las pechugas y las merinas, que me dijo un alumno...) Por ejemplo, qué tendrá que ver que hoy haga sol con que mi peluquera sea de Albacete. Pues a estos sucesos completamente aislados entre sí se les llama independientes. Lo que ocurre es que, si dos cosas son independientes, el resultado de una no afecta en nada al de la otra. Si lanzo una moneda cuarenta veces, es perfectamente normal que me salgan treinta y cinco caras seguidas, lo que quiere decir que hay la misma probabilidad de obtener cara la segunda vez, que la trigésimo sexta, aunque todas las anteriores también lo hayan sido. Y el que crea que no, que cada vez estoy más cerca de sacar una cruz, está cometiendo la llamada Falacia del jugador. Pepito Pérez tenía cinco hijas, y pensaba que si iba a por el sexto churumbel, estaba más cerca de engendrar un varón. Mentira, mentira, mentira...

La segunda explicación es más de andar por casa, una opinión más que otra cosa. Creo que no se me da bien el azar. Eso de acertar a voleo. Será que ando escasa de intuición, qué sé yo. Y mira que me pongo a prueba en situaciones en principio favorables, ésas de mitad y mitad, como las dos llaves. O lo de descorrer las cortinas con la cuerdecita doble. Rara es la vez que no tiro de la parte que no es... Yo creo que, en realidad, lo del 50 % de probabilidades es un cuento chino. Debe de haber una mente perversa que ha ido propagando ese rumor, y en verdad la probabilidad de fallar es del 80 ó 90 %...

Así que hay cosas que, como comprenderéis, no suelo hacer. Apostar en el casino. Elegir un cupón. Jugarme algo a cara o cruz. Hay gente que gana, lo sé, no es imposible. Salen en la tele, descorchando champán y diciendo eso de con lo que me ha tocado, taparé agujeros, o aquello de nooooo, no voy a dejar de trabajar... Ejem. Pero a mí no se me dan bien los juegos de azar, qué le voy a hacer. Soy así y me quiero.

Este post sólo era para aconsejaros. No hagáis como Pepito Pérez y sus cinco hijas. O como los que juegan a la ruleta con el sistema de D'Alembert, que dice que si ganas mucho, mejor apostar después poco, y al revés, porque la ruleta se acordará de tus buenas o malas rachas y las cambiará. O como el que viajaba en avión siempre con una bomba desactivada porque, según él, era muy improbable que dos personas a la vez la llevaran, y así se sentía más seguro. ¿¿¿Es que ese buen hombre influía en algo en ningún supuesto terrorista???

Y si en algún momento se os olvidan estas historietas, acordaos de mí, de mis dos llaves, y de cómo me equivoco una vez, y otra vez, y otra vez...


No hay comentarios:

Publicar un comentario